24 de agosto de 2013

Perdernos.

De nada sirven los mapas ni las coordenadas para no perderse entre tus sábanas, ni entre tus besos. Cuando estoy desorientada sólo me encuentro con los latidos de nuestros corazones, que como si de uno se tratara se sincronizan. Y por más que navego entre tus lunares no puedo parar de descubrirte.
Porque sólo tú me has enseñado que el jugar no es sólo cosa de niños, que las alturas no pueden ser temidas si son desde el borde de un corazón y que los días son un poco menos grises desde la luz de tu mirada.





SPNB

4 de agosto de 2013

Para acabar bailando con la Luna.

Ella volvió a mirar otra vez su plato sobre la mesa. Casi no lo había tocado. La carne muy cruda como a ella le gustaba y el vino tinto que tanto le recordaba a su padre, y a la vieja bodega de la casa del pueblo donde pasaban los veranos desde su infancia. Recordó que llevaba sin pisar aquella casa desde su adolescencia y sintió un enorme pinchazo de nostalgia. Se recompuso rápido, no podía derrumbarse ese día y menos allí.

Frente a ella estaba él. Había pedido pescado, siempre habían sido tan diferentes... Pero la mirada de él se perdía en algún punto fijo entre el suelo y el centro de la mesa, inmóvil más que por un ligero tic-tac de su dedo índice, incapaz de levantar la cabeza.

Por un momento ella se preguntó qué estaban haciendo allí, si habría tomado la decisión correcta. Le invadió la tristeza al pensar que no había nada que celebrar, que había perdido su tiempo. Se cuestionó si él se habría fijado siquiera en que se había puesto su sombra de ojos favorita o el vestido que le regaló por Navidad. Estuvo a punto de romper a llorar, de gritarle, de levantarse e irse, para siempre, pero sabía muy bien que era incapaz, que no podía hacer aquello que su razón le pedía, porque a pesar de todo, a pesar de las mentiras, ella lo amaba con todas sus fuerzas...

Bailando con la Luna