23 de noviembre de 2010

Existe una cosa que todavía no sabes.

Ella: Quizás ya no lo recuerdes, pero para mí fue muy importante.
Él: Puede que lo recuerde.
Ella: Pero si ni siquiera te acordabas.
Él: ¿Cómo no me voy a acordar si eres tú?
Ella: Digas lo que digas no sabes nada de mí.
Él: Sé quién eres y como te gusta ser.
Él: Sé cómo es tu madre, tu padre y como se llaman.
Él: Sé en que trabajan y como dedican su tiempo en ti.
Él: Sé cómo se te dan los estudios y que odias hablar de ellos.
Él: Sé quiénes son tus amigos y quiénes no.
Él: Sé qué tipo de música te gusta y tu grupo favorito.
Él: Sé que vas a bailar y que te encanta.
Él: Sé que en estos momentos tienes un Ferrero roché cerca y que estás esperando el momento indicado para comértelo.
Él: Sé que tienes los ojos oscuros, un lunar en la mano y cuál es tu equipo de fútbol.
Él: Sé que te encantan las pizzas, sobre todo las de atún, que sueles salir de fiesta los viernes por la noche y la nacionalidad de tu familia materna.
Él: Sé alguna ropa de la que tienes, que amas la fruta, que quieres viajar al pacífico en busca del paraíso y que tienes miedo a olvidar.
Él: Sé que eres una persona muy especial y que lo seguirás siendo durante mucho.
Él: Y sé como reaccionarás cuando estás conmigo porque TE CONOZCO.


15 de noviembre de 2010

Mi alma está cansada de sentirse sola.


Entrecerró los ojos cuando me vio y se acercó. El corazón me latió tan fuerte que iba casi al par de la melodía que estaba tocando. Las manos me sudaron y a punto estuve de dejar caer el arco. Había pasado tanto tiempo que apenas la reconocí. Nunca creí volver a verla, y por lo que parecía ella tampoco.

Continué tocando para no desilusionar a la poca gente que a largo de la plaza todavía me escuchaba y porque esa era la única canción que había tocado durante años; la nuestra. Su cintura bailaba y mi cuerpo notaba la atracción que no se había perdido con el tiempo.
Era ella, seguía igual; hermosa y elegante. Su melena rizada le caía por los hombros formando bucles perfectos. Nuestra mirada estuvo entrelazada tanto tiempo que mis manos comenzaron a tocar solas.
Seguía enamorado, no importa el tiempo ni el daño, estaba dispuesto a perdonarla. El paso de los años había hecho nuestros corazones más fuertes y por fin llegó el momento esperado.
Terminó su pasarela a mis pies y noté que mis ojos temblaban. Quise dejar todo y decirle que aún la amaba. Nos miramos fijamente y cuando estaba a punto de decirle lo mucho que aún la quería, ella habló:
-Perdona, ¿puede tocar está canción? Hoy es nuestro aniversario- dijo entregándome una partitura y señalando a la vez al hombre que se posaba varios metros atrás.  Echó una moneda a la funda y se fue.
Dejé caer el brazo con el violín en la mano para ver como avanzaba hacía el hombre de la esquina el amor de mi vida. La mujer por la que ahora me encontraba vagabundo, tocando día tras día lo único que me quedaba tras su partida: la soledad.
Levanté el violín y llorando toqué el último deseo que me pidió para terminar yéndome y no volver a verla nunca más.

14 de noviembre de 2010

Guerra

Sonó el primer tono de la que era nuestra melodía, impactada abrí los ojos y la euforia recorrió mi cuerpo. Hacía tanto tiempo que no la escuchaba que había comenzado a sentirme afligida, creyendo no poder volver a ser la misma.
Tu nueva forma de actuar me va consumiendo, poco a poco, pero no es capaz de apagar mi ira.

Sonó el primer tono de la que era nuestra melodía: el primer himno de odio, tanques y fusiles. Porque puede Paz que ahora tengas a todo un ejército en mi contra, pero nunca serás capaz de apagar el odio que sienten millones de personas en sus corazones, y que hace día a día revivirme en sus seres y hacerme volver a sentir viva.

Sonó el primer tono de la que era nuestra melodía cuando aquella inocente chica rompió los papeles que mantenía en sus manos, jurando odio eterno hacía el corazón que había amado. Vendiéndome así su alma y acabando por fin tu tiempo, para dejar sitio al mío.

Porque no importa cuánto tiempo de Paz haya, al final siempre vuelve la Guerra.