19 de marzo de 2013

¡Buenos días, princesa!

Es como el cielo, el mar y el agua del arroyo. Es la lluvia de invierno, el sol de verano y la parte más bonita del arco iris. Es el frío paisaje montañoso y el cálido reflejo del mar. Es una preciosa Myosotis sylvatica en primavera, una cascada gradiente de colores y el destello de la luna llena. Es tan eléctrico como un rayo en una tormenta de verano. Es el planeta Tierra y el Universo. Es un silencioso ¡buenos días, princesa! Un nuevo despertar y un nuevo anochecer. Es el rocío, la brisa del mar y, por supuesto, es único.

Myosotis sylvatica.

11 de marzo de 2013

Los ojos también hablan.

Si me mirara a los ojos cada vez que le digo "te quiero" vería sentimientos mucho más profundos que de los que hablan mis cuerdas vocales, oiría voces gritando, intercambiando palabras por sentimientos. Vería sensaciones esclavas de mis pupilas, que no se saben expresar con palabras, viviendo presas del cristal que no las deja salir.
Que no, que no puedo gritarle con la voz, que nunca me enseñaron a amarle con palabras. Tengo tantas cosas que decirle con momentos, que me faltan segundos en un "te quiero".
Si me mirara a los ojos cuando sonrío, encontraría el dueño de mis alegrías, de mis noches en vela y de mis despertares. Descubriría canciones que jamás le he cantado, y poemas que jamás le recité.


10 de marzo de 2013

Tarde de amor y café.

Ella agachaba la cabeza para volver a mirar su tacita de café. No sabía cuánto tiempo llevaba cabizbaja, meditando, anhelando volver a levantar la cabeza y mirar a los ojos a sus noches en vela. Como si en el fondo de su taza fuera a encontrar las respuestas,como si fuera a encontrar las fuerzas para pronunciar esas palabras que habían quedado atrapadas en el borde de su garganta, queriendo salir.
Pensaba en las terribles similitudes de ese café que bailaba en su taza con él, en su inicio amargo y su final dulce, su bajada caliente por la garganta hasta terminar en un cosquilleo en el estómago. Y cuanto más lo pensaba, más le gustaba el café, más le gustaba él.
Cada vuelta al café era una vuelta a la situación. "No más vueltas, por favor" pensó, y con las manos temblorosas comenzó bebiendo su taza de café para terminar bebiéndolo a él.