10 de agosto de 2009

Cuando recurrir al pasado es la única salida.

Caroline llegaba a su casa todos los días tras una abrumadora y repetida rutina.
Cansada de su agobiante y ajetreada vida, el único consuelo que le aguardaba durante todo el día era llegar a casa y descansar.
Ese día, como cualquier otro, Caroline abrió su ordenador. Pero era diferente. Conoció, casi por casualidad, a un chico llamado Jack y entablaron una agradable conversación.
A partir de ese día Caroline deseaba, impaciente volver a casa para hablar con Jack.
Y así pasaron los días, las noches que cada día se alargaban más y sus conversaciones se hacían más largas.
Después de muchos meses ambos decidieron quedar para conocerse. Y así lo hicieron.
Ella estaba muy nerviosa, pero cuando llegó él pareció que todo a su alrededor era felicidad.
Se vieron durante mucho tiempo después. Pero la distancia no los dejaba verse con la frecuencia que ambos querían, así que Caroline decidió irse a vivir con Jack.
Dos meses más tarde los dos vivían juntos. Fueron los mejores meses de sus vidas. Estaban siempre juntos, pasaron los momentos más divertidos juntos y también los más emocionantes.
Pero el tiempo les jugó una mala pasada y poco a poco se fueron separando, distanciando.
Ya nada era igual, Jack salía con sus amigos y Caroline se quedaba siempre en casa.
Muchas noches, sola Caroline lloraba, pero sentía que tenía que hacer algo.  No podía seguir consumiéndose en ese dolor, en esa soledad, no cuando habían pasado tanto tiempo juntos y felices.
Así que Caroline separo las habitaciones; ella se trasladó a una y dejó a Jack en la otra.
Y así desde habitaciones diferentes, desde la misma casa, con diferentes ordenadores, pero con un mismo objetivo, ambos recuperaron su amor poco a poco de la misma manera de la que la habían encontrado al principio.


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