Aquella sensación psíquica en la que la víctima de un secuestro, presa de sus sentimientos o retenida por los vaivenes emocionales de otra (cosa que la hacen dudar y llorar), desarrolla una relación de cariño y afecto con quién la ha secuestrado, persona que mantiene las continuas esperanzas, o con los sentimientos que la dañan.
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